Discurso Pronunciado el 19 de Abril del 2014


La Sociedad Bolivariana de Venezuela-Capítulo Amazonas, expresa su más sincero agradecimiento a la Ilustre Cámara Municipal del Municipio Autónomo Atures por habernos seleccionado para esta breve disertación.

Si existe una fecha que los venezolanos debemos conmemorar y analizar en profundidad, es justamente la del 19 de abril de 1810. Esos hechos acaecidos en Caracas constituyen el germen de nuestra identidad y el pilar de nuestro destino. Ese día, realmente y por primera vez, Venezuela se autogobierna.
Esa fecha es una consecuencia y también una causa. Fue el efecto de una confluencia de circunstancias externas determinantes: La influencia del pensamiento liberal difundido por los integrantes de la llamada Ilustración, la independencia estadounidense, la revolución francesa, y la mas importante, la invasión a España por parte las tropas napoleónicas, cuyo punto extremo llegó con el secuestro de Fernando VII de Borbón en Bayona.  
En lo interno, el descontento había abarcado todos los sectores que componían la sociedad, las últimas reformas borbónicas apuntaban a un mayor absolutismo, los blancos criollos no podían acceder a los cargos de administración pública, pero sí debían pagar mas impuestos por vender sus productos, venta solo posible por cierto, a instancias gubernativas que impedían la libre importación o exportación de bienes. Los militares criollos, solo podían aspirar a rangos y cargos subalternos, ya que el mando efectivo estaba reservado exclusivamente a los blancos peninsulares. Es decir, éramos españoles, pero no lo éramos. Ni siquiera los pocos que pudieron adquirir títulos de nobleza a la Corte de Madrid, eran reconocidos como iguales. Esos tres marqueses y dos condes autóctonos, pasarían ulteriormente, a financiar y a engrosar el bando de los primeros patriotas.  
De cualquier modo, el desmoronamiento del sistema monárquico absolutista estaba en proceso. La monarquía británica, entendiendo el signo de los tiempos, prefirió reconocer las independencias de sus antiguas colonias e inmediatamente establecer solidos vínculos comerciales, aparte de resultar económicamente más práctico y rentable, les permitía crear alianzas de resguardo mutuo desde el punto vista militar dentro de un clima de aceptación, respeto e igualdad.
Por otra parte, en España se estaba librando también una guerra de independencia. El despotismo Real no se aplicaba nada más en las provincias de ultramar. La decadencia de la nobleza en funciones administrativas, la negación constante de las propuestas de renovación y reformas modernas habían dado paso para el surgimiento de movimientos políticos de distinto propósito.  No eran pocos los militares de alto rango y nivel cultural que se identificaban con las ideas republicanas. En numerosas ocasiones a esos incómodos oficiales se les relegaba a puestos de comando distantes para evitar su influencia en la metrópolis.
Uno de esos hombres fue el noble de origen vasco Vicente Ignacio Antonio Ramón Emparan y Orve, que a pesar de sus vastos conocimientos de las artes militares, navegación, astronomía, botánica, administración y derecho, fue enviado en 1789 como Gobernador a Portobelo en la intendencia de Panamá, perteneciente al Virreinato de la Nueva Granada.  Allí permaneció tres años hasta que fue reasignado en 1792, también como Gobernador,  a la provincia de Cumaná, perteneciente a la Capitanía General de Venezuela.
Región a la que se vinculó afectiva y materialmente a tal punto, que le recomienda a su hermano menor Pedro María, abandonar España e irse a vivir a esa ciudad. Como dato curioso, es pertinente agregar que Pedro María, dos años después de instalarse en Cumaná, contrae nupcias con una sobrina directa de Antonio José de Sucre.  
En julio de 1799 ocurre una coincidencia que permite a Emparan hacerle el primer servicio a  Venezuela, el cual tiene una importancia tal vez aun no bien calculada y que lo enlaza para siempre con esta tierra amazonense.  
Por las estacionales tormentas que azotan al Caribe Occidental, el Barón Alexander von Humboldt, quien a sus propias expensas había iniciado una expedición exploratoria a Nueve España (México), se guarece en Cumaná proveniente de Cuba, donde había tocado con la corbeta Pizarro para su reaprovisionamiento. Bien recibido y atendido por el Gobernador Emparan, casi inmediatamente se produce la afinidad lógica entre quienes comparten ideas y conceptos propios de mentes progresistas, intercambio que realizaron en numerosas e intensas tertulias, en cuyos intersticios el viajero acompañado del francés Aime Bonplant, recorre la península de Araya, la Cueva del Guácharo y el Valle de Caripe. Luego de lo cual Emparan convence a Humboldt que modifique sus planes en tierras aztecas y se adentre en Venezuela, ya que considera que la diversidad de climas y especies es mas rica por lo variada. El Barón arguye pragmáticamente, que el giro en numerario para sufragar los gastos ha sido acordado para México y que en Venezuela no posee conexiones que puedan suplirlo. A lo que Don Vicente le responde que con gusto le suministraría en calidad de préstamo la cantidad necesaria para la operación, pero que una oportunidad como esa, con equipos de medición y personal especializado en la técnica para el levantamiento de datos, no debía perderse.
Así, el que se convertiría en protagonista de los hechos del 19 de Abril de 1810, financió el primer y por muchos años más completo estudio científico de nuestro territorio nacional. Dicha aventura comienza el 15 de noviembre de 1799 en Cumaná y culmina un año después en el mismo lugar, marcando la siguiente ruta: La Guaira, Caracas,  Valles del Tuy, Valles de Aragua, Valencia, Puerto Cabello, Calabozo, San Fernando de Apure, San Fernando de Atabapo, San Carlos de Río Negro, La Esmeralda y el Casiquiare, Angostura y Barcelona. Ese registro abarcó observaciones y toma de muestras de flora, fauna, minerales, aguas, y suelo, así como la minuciosa anotación de las costumbres y creencias de nuestros habitantes citadinos, indígenas y campesinos.  Ese compendio se conoce como Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, obra que aún se consulta y valora.
Sobre el sabio alemán, El Libertador Simón Bolívar, quien lo conoció en París en el año 1808, solía referirse a él como “el descubridor científico del Nuevo Mundo, cuyo estudio ha dado a América más que todos los conquistadores juntos”.
En 1804, Vicente Emparan renuncia al cargo y regresa a España con la intensión de solicitar su dada de baja militar para regresar a su tierra adoptiva. En los doce años que se mantuvo al frente de la gobernación de Cumaná, fundó siete poblaciones, doce iglesias, catorce escuelas y tres hospitales cuyo médico solicitó del Colegio de Cádiz. Todo ello, sin tocar el erario público. Ese logro se obtuvo a través de donaciones de las familias pudientes.
Dado su ascendiente político y militar, es mantenido relegado sin cargo y sin la concesión de la aspirada licencia castrense. Cuatro años mas tarde, el gobierno invasor, el del indetenible Napoleón, seguramente confiando en que sus ideas antimonárquicas lo convertían automáticamente en un aliado,
le ofrece el cargo de Capitán General de Venezuela con el rango de Mariscal de Campo. Pero el hecho de que Emparan fuese un republicano no necesariamente lo equiparaba a ser un traidor a su país. Ser Anti Rey no significaba ser Pro Napoleón, para los efectos, uno era peor que el otro. Ante esto, Emparan expresa, en carta privada dirigida a su hermano Pedro María:
"Estando en Madrid, a la entrada de los enemigos en 1808, fui sorprendido por el gobierno intruso que me nombró Capitán General de Caracas, de cuyo encargo procuré eximirme, más viendo que de ningún modo eran admitidas mis disculpas, me fugué disimuladamente y me presenté en Sevilla ante la Junta a la que solicité varias veces me diese destino en el ejército. Establecida la Junta Suprema Central de Regencia, enseguida me nombró Capitán General de Caracas".

Las dos autoridades en la España del momento, la usurpadora y la legítima, le ordenaban el mismo destino.
En mayo de 1809 arriba al Puerto de La Guaira como nuevo Capitán General de Venezuela. Ese puesto tan solo lo ejercería 11 meses.
El jueves Santo del año siguiente, estando la Plaza Mayor  de Caracas atestada de creyentes, vendedores, curiosos y sobre todo de vecinos inquietos por la incertidumbre de un futuro incierto y en manos extrañas en su más estricta expresión; se preparaba el Mariscal de Campo en su residencia para asistir a los actos litúrgicos propios de la fecha, cuando es notificado por el Secretario del Ayuntamiento, Fausto Viana, que han solicitado un Cabildo Extraordinario a verificarse a las nueve de la mañana, y que el mismo no puede realizarse a menos que él, como su Presidente, asistiese.

A puerta cerrada, en la hoy llamada Casa Amarilla, sede del Ayuntamiento de la ciudad, se produjo la discusión que marcaría después el devenir de los acontecimientos. Se sabía lo que se quería pero no el cómo se haría. Todos los presentes, incluyendo al Capitán General, estaban contestes en declarar la autonomía de Venezuela. La mayoría solicitaba declarar la independencia absoluta, la aprehensión del Jefe político y el inicio de las hostilidades contra la Corona. Emparan claramente expuso que como español y como soldado no podía ejercer la autoridad  en representación de una potencia usurpadora, y que los venezolanos tenían el mismo derecho que los hispanos a aspirar su libertad e independencia por lo que no podía exigir lo que él tampoco podía aceptar, al pueblo de Caracas, en esa pretensión, lo asistía el derecho natural. Pero en su condición de soldado, tenía un compromiso atado con un juramento, podía renunciar al mando, pero solo para entregarlo a una autoridad que reconociera la legitimidad del Rey, lo contrario sería un acto de traición que no estaba dispuesto realizar. El proseguir en ese propósito implicaba el hacerlo con violencia. Una hora después suspendió la reunión por no haberse podido llegar a un acuerdo. Emparan abandona el recinto para dirigirse a la Catedral, dejando solos a los deliberantes evaluando su única exigencia.      - ¡De lo que resulte me enteraré en la iglesia! Alcanzó a decir.
Adentro, por vehemente argumentación de Francisco Salias y del Presbítero José Cortés de Madariaga, se impuso la condición  del Capitán General, a pesar de que para muchos significaba un sacrificio en cuanto al romántico concepto idealista de la heroicidad.

Transcurridos menos de veinte minutos, Salias, alcanzando a Emparan, lo tomó por el brazo para decirle que todo estaba resuelto. De regreso en el Ayuntamiento, fue el primero en suscribir el Acta que dejaba constancia de la dignidad de un hombre que mantuvo la lealtad a sus ideales sin ser infiel a sus juramentos.
Declinó el mando voluntariamente y lo delegó en la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, eso probaría el legítimo derecho del Ayuntamiento de rechazar la imposición de Francia, y sobre todo, de justificar la renuncia al cargo de manera pacifica de un representante del Rey por solicitud de sus gobernados. Algo que, si bien no era imposible para la época, si era inédito en la América Hispana.
De esa manera, sin un hecho de sangre ni disturbios de ninguna índole, se había llevado a cabo una jornada histórica, cívica y pacífica. Al día siguiente, mientras Emparan se embarcaba hacia la Cuna de la Libertad americana, Filadelfia; se oía por las esquinas caraqueñas una canción cuya letra compuso Vicente Salias, hermano de Francisco, que expresaba: Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando la virtud y el honor. Probablemente lo de la ley se refería al derecho, la virtud a los ideales, y el honor a Emparan.
El nombre de Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII duró seis días, el 25 de Abril se transforma en Junta Suprema de Gobierno y designa ese mismo día a los encargados de los distintos despachos: Juan Germán Roscio para Relaciones Exteriores, Nicolás Anzola en Justicia, Fernando Key Muñoz en Hacienda y para Guerra y Marina Lino de Clemente. Igualmente se constituye un Tribunal Superior de Apelaciones presidido por el Marqués de Casa León.
Una de las primeras medidas de la Junta tras conseguir el respaldo de las seis provincias fue enviar misiones diplomáticas al extranjero para solicitar apoyo a la revolución y el reconocimiento de la Junta Suprema de Caracas como la legítima regidora de Venezuela en ausencia del Rey.
Londres fueron enviados Simón Bolívar y Luis López Méndez con Andrés Bello como secretario. A los Estados Unidos de América fueron Juan Vicente Bolívar Palacios, hermano del Libertador, José Rafael Revenga y Telésforo Orea. Vicente Salias y Mariano Montilla partieron para Curazao y Jamaica. Para la Nueva Granada fue José Cortés de Madariaga y para Trinidad partió Casiano de Medranda.
El 14 de agosto la Junta abolió el comercio de esclavos, crea la Sociedad Patriótica y suprime los impuestos de exportación a los productos venezolanos.
En 1811 se firmó el Acta de Independencia y todos sabemos lo que sobrevino,  comenzó una guerra de mas de diez años por obtenerla. Aquellos mismos civiles del Ayuntamiento Municipal, trocaron en militares.
Se formaron una, dos, tres repúblicas.
Una vez finalizada la contienda armada se practicaron diversos tipos de gobierno, se aplicaron innumerables códigos y cuerpos de leyes sin que se pudiese lograr la estabilidad indispensable y necesaria para el desarrollo nacional. La guerra independentista y las pugnas intestinas lo hacían imposible.
Hasta el magnífico sueño de aquel portento llamado La Gran Colombia no pudo mantenerse. A ese respecto, en 1829, en sentida y extensa carta dirigida por El Libertador a su confidente, el General irlandés Daniel Florencio O’Leary, y ante la inevitable separación de la Gran Nación; le expresa:
“Si he de decirle lo que pienso, yo no he visto en Colombia nada que parezca gobierno, ni administración, ni orden siquiera. No sabíamos lo que era gobierno y no hemos tenido tiempo para aprender mientras nos hemos estado defendiendo. Más, ya es tiempo de reparar tantas pérdidas y asegurar nuestra existencia nacional. El actual gobierno de Colombia no es suficiente para ordenar y administrar sus extensas provincias.
En el tránsito desde el centro del poder hacia la periferia, se debilita la fuerza y la administración central carece de medios proporcionales a la inmensidad de sus obligaciones. El Congreso Constituyente (se refiere al Congreso Admirable, convocado para enero de 1830-el último de la Gran Colombia), tendrá que elegir entre una de dos resoluciones: 1. La división de la Nueva Granada y Venezuela. 2. La creación de un gobierno vitalicio y fuerte. En el primer caso, ambos países deben  quedar íntegros tal como se hallaban antes de la reunión y la separación debe ser perfecta, justa y pacifica. Mientras teníamos que continuar la guerra parecía y casi se puede decir que fue conveniente la creación de la República de Colombia. Habiéndose sucedido la paz doméstica y con ella nuevas relaciones, nos hemos desengañado que este laudable proyecto, o mas bien este ensayo, no promete las esperanzas que nos habíamos figurado. Los hombres y las cosas gritan por la separación porque la desazón de cada uno compone la inquietud general.
Últimamente la España misma ha dejado de amenazarnos, lo que ha confirmado más y más que la reunión ya no es necesaria, no habiendo tenido ésta otro fin que la concentración de fuerzas contra la metrópolis. Por otro lado, la erección de un gobierno vitalicio será el otro extremo que puede adoptar el Congreso, pero en ese caso, al igual que la actual República no se puede gobernar sin la espada, y al mismo tiempo no puedo dejar de convenir que es insoportable el espíritu militar en el mando civil”.
Lo que sucedió posteriormente también lo conocemos, una vez instalado el Congreso el 20 de enero de 1830, El Libertador renunció al poder con estas palabras: “Temiendo que se me considere como un obstáculo para asentar la Republica sobre la verdadera base de su felicidad, yo mismo me he precipitado de la alta magistratura que vuestra bondad me había elevado”.
Y, como recomendación postrera añadió:
“Ardua y grande es la obra de constituir un pueblo que sale de la opresión por medio de la anarquía y de la guerra civil, sin estar previamente preparado para recibir la saludable reforma a la que aspiraba. Pero las lecciones de la historia, los ejemplos del viejo y nuevo mundo, la experiencia de veinte años de revolución, han de serviros como otros tantos fanales colocados en medio de las tinieblas de lo futuro, y yo, me lisonjeo que vuestra sabiduría se elevará hasta el punto de poder dominar con fortaleza las pasiones de algunos y la ignorancia de la multitud; consultando, cuando es debido, a la razón ilustrada de los hombres sensatos, cuyas opiniones son un precioso auxilio para resolver las cuestiones de la Alta Política.
Por lo demás hallaréis también consejos importantes que seguir en la naturaleza misma de nuestro país, que comprende las regiones elevadas de los Andes, y las abrasadas riberas del Orinoco: examinadle en toda su extensión, y aprenderéis de ella, infalible maestra de los hombres. Mucho nos dirá nuestra historia, y mucho nuestras necesidades: pero todavía serán mas persuasivos los gritos de nuestros dolores por falta de reposo y libertad segura”.


Efectivamente así es Venezuela, tan disímil y variada como semejanzas pueda haber entre sus picos nevados y los raudales de Atures. Tan diversa como le indicó Emparan a Humboldt. Igualmente distinta y distintamente igual. Como somos su gente, los venezolanos, como somos los amazonenses.
Si de algo nos es útil repasar nuestra historia es para asumirla a plenitud, sin complejos ni falsos alardes de temeridad. Nuestras guerras han dejado profundas huellas de miseria, necesidad y atraso, especialmente por tener todas ellas la impronta fratricida. Nuestros patriotas, que sí los tuvimos y que sí los tenemos, han sido y son soldados de entrega y sacrificio, pero también fueron y son abogados, médicos y maestros, sacerdotes, estudiantes y productores. Todos comparten la dedicación de sus vidas, la mayoría en el anonimato, por el logro intangible y abstracto que significa La Patria y La Libertad.
Hoy, no obstante la distancia de los dos siglos que nos separan de aquel 19 de abril incruento, dialogante y aquiescente, continúa siendo el mejor ejemplo que Caracas nos dió. Hace falta más valor para curar una herida que para infringirla. 

El presente, verdadero motivo de nuestros afanes, es el que actualmente requiere el temple y la constancia de los héroes. Los hombres, las mujeres y los jóvenes que cumplen con su labor y sus responsabilidades de manera eficiente y con honestidad, desarrollan la creatividad y la iniciativa personal para un presente laborioso y productivo, fórmula infalible para obtener un sólido futuro. Para ello, se requiere que algunos venezolanos sean como las abrasantes aguas del Orinoco y otros sean como las heladas cumbres andinas. O quizás como una mixtura de ambos.

Puerto Ayacucho, capital del Municipio Atures y del Gran Estado Amazonas, joven ciudad que se acerca a su primer centenario es en sí misma un ser, nosotros, sus habitantes, somos los que debemos hacer.

Muchas gracias…




Rodrigo Armas Frezza
Presidente de la Sociedad Bolivariana del Estado Amazonas


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